No hace mucho, Zona Fantasma en su página de Facebook solía hacer "Sábado de Micro-relatos" que en sus últimas entregas fueron casi diarios, hasta la extinción de dicha dinámica (y la Revista en general). Me ahorro los comentarios. Algunos de mis cuentos favoritos venían de "Ermitaño Encubierto" quién escribió un micro (podría decirse que el último que escribió para el sitio) con una serie de palabras. Y he aquí un semi-homenaje a ese relato.
Origen y Caos.
Propiedad de Zona Fantasma, salvo la imagen, que es de Pixiv.com. |
Reposando
en aquel viscoso líquido la oscuridad y el absoluto silencio le recordaron al
interior del vientre materno. En ella se encontraba dibujada la auténtica nada.
El origen y el caos.
Siendo
prisionero de aquella cárcel de eternidad, el tiempo se percibía inconsecuente,
paradójico y relativo. Por las últimas ―quizá― diez horas estuvo absorbiendo
los nutrientes para su anhídrido cuerpo, y en ese lapso, sintió leves punzadas
en el occipucio, ocasionándole severas migrañas. Eso era algo nuevo. Se había
acostumbrado a los vagos pensamientos y delirantes sueños debido a la ausencia
de luz. Pero no había sentido dolor en mucho tiempo, y eso le estaba haciendo
mella en su ya desequilibrada conciencia. Incluso sin habla, su voz retumbó con
furia dentro sí.
Sin
lograr mantener su mente en blanco, el frenesí furioso de percepciones y vivencias
dio comienzo. Impresiones visuales a gran escala se proyectaron cuales cintas
de vídeo caseras. Animaciones que, por su constante repetición, databan de hace
miles de años: Reminiscencias de su vida o la de alguien más.
El
vivaz blues sonando por el radio a media noche muy cerca de su oído, acompañado
del rocío en el pasto que moja sus mejillas, a la espera del alba.
El tenue resplandor
crepuscular cubriendo su cuerpo, tras la sombra de unos pinos; para luego
contemplar campos silvestres abiertos, chozas viejas y carretas en medio de la
niebla que rodea el camino por las mañanas al viajar en autobús hacia la
universidad.
La calidez húmeda de un beso y el sabor de la cafeína impregnado
en esos labios que deja una amarga despedida.
El encanto en los tonos sepias
del atardecer.
De haber sabido, habría vivido más, habría atesorado esos
momentos. Pronto los olvidaría, y volvería a recordarlos después, sucesivamente.
Tras
despertar, caviló sobre su existencia y su origen, siendo inútil puesto que no
podía recordar nada; con visión borrosa advirtió la llegada de una mujer de
blanco parada en la entrada de la habitación, observándole. En segundos sintió
la pesadez en sus párpados y vio a la mujer inyectar una dosis a la intravenosa,
cerró los ojos y reconoció el lugar al bañarse en espeso líquido y la sensación
de vacío.