sábado, 12 de julio de 2014

Bailar en este efímero y solitario mundo.

Deposité todo mi amor en un poema
para el remitente de la carta 
que alguien deslizó debajo de mi puerta:

La carta de «amor» de alguien,
que provocó en mí, tras esas crueles palabras,
miles de lágrimas.

Cité en ella la frase de una canción:
«Alguien que se burla del amor de un poeta,
debería ser castigado por el cielo.»
Lloró para sí mismo mi orgullo
buscando dejar atrás su dolor.

Quiso curar un corazón lleno de espinas,
mientras danzaban, oscilantes,
cayendo hacía el abismo
mi aparente castidad y juegos de azar.
Realmente deseé deshacerme de todos ellos.

Y aunque afirmo dedicar cada día
en pos a cumplir mis sueños,
en ocasiones, llego a dudar de ellos.

El tormento póstumo a esa carta no fue,
en lo absoluto, una excepción.
«Deja de amarlos a él y a los poemas.»
pensamiento que me agobió
por todas las noches consecutivas.

«Alguien que rechaza soltarse el cabello
y brincar a mi lado, precipitadamente,
con los pies descalzos
en medio de una torrencial lluvia,
no merece ni un ápice de mi atención. »

Alguien que se burla de mis sentimientos
no podría, jamás, hallar mi perdón.

Decidí, tras largas noches de terrible agonía,
volver a escribir poemas y subsanar mis heridas
Ser fuerte ante aquellas insensibles y frívolas palabras,
que en mis pensamientos todavía permanecen.

Me pregunto dónde estará ese «amor» 
del que alguna vez la humanidad habló.
Su localización hasta la fecha, para mí,
se mantiene incierto.

Esta noche en que las nubes hacen desaparecer,
por breves lapsos de tiempo,
esta preciosa, redonda y anciana luna,
he recibido otra carta de la razón por la cual,
amargamente, aquel día derramé muchas lágrimas:
Una carta de amor repleta de mentiras
que me darán falsas esperanzas.

Pretendo no demostrar los sentimientos
que en mi provocan, mientras que mi interior
se llena de cancerígenas protuberancias,
hematomas y fisuras producto del paso de los años.

Estando en medio de este confinamiento,
no dejo de sentirme sola, mucho menos ansiosa.
Recriminándome, que en lugar de
escribir poemas, podríamos intercambiar cartas,
aquellas palabras nunca se olvidarán.

Sabiendo que nada tengo para ofrecerle,
me agobia la soledad y digo cosas sin pensar
pero... ¿podrías, por un rato, quedarte a mi lado? 

¿Podrías bailar conmigo
hasta el fin de este efímero y solitario mundo?